Hacerle saber nuestra presencia: tocarle suavemente en el hombro o en el brazo.
Elegir el sistema de comunicación preferido por la persona sordociega (o el más adecuado).
Identificarnos con nuestro nombre o signo, y repetirlo tras cada separación.
Buscar la colocación y las condiciones adecuadas.
Saludar a la persona sordociega cuando la encontremos (no evitarlo ni escondernos), ya que en general las personas sordociegas, al no vernos, no nos saludarán antes.
Despedirnos explicando nuestra ausencia o interrupción.
Olvidar los prejuicios. El tacto es un canal seguro de entrada de información.
Establecer turnos. Hacerle saber cuándo puede hablar.
Sienten angustia por no entender lo que se le pide o no ser entendido. Mientras no puedan comunicarse con alguien, tienen imposibilidad de expresar deseos, siente rabia al no poder elegir qué cosas hacer.
Si no respetamos los métodos de comunicación, sienten desagrado ante la invasión de su intimidad (aunque lo que estemos intentando es sacarlos de su aislamiento). Necesitan que se respete su propio ritmo, que puede parecernos a nosotros muy lento. Tienen miedo ante la velocidad o brusquedad en la interacción (necesitan más tiempo). Recurren al uso de otros sentidos para contextualizar lo que ocurre a su alrededor, pero la información que dan es muy escasa.
Demuestra que has asimilado el tema realizando este simple ejercicio de cinco preguntas (de diez posibles). Cada vez que lo ejecutes las preguntas seleccionadas, su orden y el de las respuestas varían.
Tienes 100 segundos para concluirlo. ¡De sobra!
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