Hoy nos ha dejado un gran amigo.

Pedro era un político de los que merecen la admiración de todos. Médico de profesión, cirujano especializado, y con vocación de entrega por los demÔs.

Nosotros lo conocimos siendo parlamentario europeo, cuando luchÔbamos por el reconocimiento de la sordoceguera como discapacidad específica. Corrían los fríos vientos de enero de 2004, cuando una pequeña representación de APASCIDE se atrevía a contar a los parlamentarios españoles en Europa lo que significa la sordoceguera.

Pedro Aparicio nos cogió de la mano y junto con el resto de parlamentarios espaƱoles ayudó a conseguir las 314 firmas que hacĆ­an falta. AquĆ­ no hubo colores politicos, todo el grupo se puso a favor de esta iniciativa… y lo consiguieron.Ā  La Declaración escrita 1/2004 del Parlamento Europeo recogĆ­a este reconocimiento.

Desde entonces Pedro nos obsequió con su amistad personal, siendo desde entonces socio colaborador de APASCIDE. No ha habido desde entonces una petición de ayuda a la que no contribuyera. Y de vez en cuando nos dedicaba unas líneas en la prensa, como aquel precioso artículo del diario Sur:

ALMA Y SUPERFICIE

Ā”AFILADO cuchillo del tiempo!: parece que fue hace un aƱo, pero ya han pasado cinco. En junio de 2004 iba a comenzar una legislatura europea de la que yo no formarĆ­a parte. Dije adiós a tareas y ciudades muy queridas. Y, sobre todo, a personas. Me despedĆ­ de los sordociegos espaƱoles; habĆ­a mantenido con sus padres -APASCIDE se llama su asociación- una relación estrecha para la aprobación por el Europarlamento de una ‘Declaración sobre la sordoceguera’. Era un procedimiento difĆ­cil, pues exigĆ­a un importante quórum; su aprobación Ā”por 323 eurodiputados! fue mi mayor alegrĆ­a en los diez aƱos que pertenecĆ­ a aquella casa. La resolución definĆ­a la sordoceguera como una discapacidad especĆ­fica (no como la suma de dos) y reconocĆ­a varios derechos de las personas sordociegas, entre ellos el de recibir ayuda personal y especializada. En aquella Unión de quince Estados habĆ­a unos 200.000 sordociegos. La Declaración europea resultó importante en EspaƱa, pues el Congreso legisló en consecuencia unos meses despuĆ©s.

No sería justo comparar entre sí la severidad de las distintas discapacidades, ni pensar que la sordoceguera es mÔs liviana en el adulto; cada persona discapacitada es un universo roto. Pero ser sordociego y niño es una noche dentro de la noche, es mucho mÔs que un sordo que no ve o un ciego que no oye. Es una ignominia, un Ôngel encarcelado, una tiniebla desgarrada y azul. Pido al lector que les conozca, que busque información de las asociaciones españolas de sordociegos (APASCIDE, ASOCIDE, ONCE, etc.). Un 10 % de las sordocegueras son congénitas o se adquieren antes de los dos años, que es cuando un niño aprende el lenguaje. Pues bien, muchos de esos niños sordociegos pertenecen a APASCIDE (Asociación Española de Padres de Sordociegos), cuya pÔgina web es www.apascide.org

Pero el tema principal de este artículo no es la desgracia, ni la dignidad de las lÔgrimas. Es la tenacidad. La que tienen los sordociegos, las personas que les cubren de amor, los profesionales que les traducen y enseñan, los voluntarios, los padres que temen dejar sola, algún día, a su paloma herida. Esa tenacidad que, tarde o temprano, consigue que el niño ría, comprenda, se exprese, ame y viva. Que se llene de luz. También el hombre se hace Dios, lo que es un milagro tan cristiano como el inverso.

Una tenacidad que necesita ayuda, pues atender las necesidades y derechos del sordociego es carĆ­simo. Una tenacidad que ha conseguido que hoy sĆ”bado, la gran familia de APASCIDE estĆ© en Sevilla, visitando las obras de su primer ‘Centro para jóvenes y adultos sordociegos’. Es un edificio modesto pero para ellos un palacio, pues muy pronto albergarĆ” una ‘Unidad de dĆ­a’. Y cuando tengan recursos, una residencia, un gimnasio y hasta una piscina cubierta. Personas e Instituciones les ayudan, pero los costes son altos. Con o sin crisis, se rigen por la economĆ­a de la fraternidad.

La misma que a mĆ­ me hizo ganar, desde aquel dĆ­a de Reyes en Bruselas, cuando fueron buscando apoyo. Conocer a niƱos y muchachos sordociegos, y a sus padres, me hizo mejor. AĆŗn me acompaƱa el recuerdo de aquel niƱo tan atento, todo alma y superficie. En la melancolĆ­a de su gesto apagado supe que, mientras Ć©l existiera, nadie debĆ­a marcharse, Ā«ni por arriba ni por abajo, ni el mĆ­stico ni el suicidaĀ», como escribió León Felipe. El sordociego total se comunica a travĆ©s de la mano. AsĆ­ debe el niƱo aprender el nombre de las cosas, y asĆ­ debe tambiĆ©n concebirlas, imaginarlas. ĀæCómo hacerles comprender horizonte, sombra, muerte, verde, amor, niebla, belleza, poesĆ­a, firmamento…? ĀæEn quĆ© idioma les hablarĆ” Dios cuando se encuentren?

Hoy es el DĆ­a Internacional de la sordoceguera. Que la vida les trate dignamente.

Pedro Aparicio
junio, 2009

Pedro siempre estarĆ” con nosotros.
Un abrazo a todos.